¿Qué tiene el ballet clásico, tradicional, para cautivar tanto al público? “La gente se siente cómoda con las narrativas que le son familiares. Los clásicos son amables y evitan la confrontación. Tratan de la belleza y la pureza de las líneas, el movimiento en el espacio combinado con la música. ¿Se puede tener más suerte?” Comenta Darcey Bussell, antigua bailarina del Royal Ballet.
El público acude en masa a ver el ballet clásico, pero hay que animarle cuando se trata de programas triples. Si bien es cierto que los programas dobles y triples atraen a un público joven, muchos aficionados se resisten a dejar su dieta a base de Swan Lake y Giselle. Pareciera que nunca tienen suficiente.
A pesar de esto, hay entusiastas que creen que el ballet clásico está obsoleto y que es, en ocasionas, bastante problemático. He hablado con tres famosos defensores del ballet clásico, y que reúnen entre los tres 150 años de experiencia, para tratar de encontrar algunas buenas razones para mantener el legado.
Para Bussell, es la simplicidad del género lo que es esencial. “Es maravilloso volver a algo que no está demasiado elaborado o que sea demasiado inteligente”, comenta. “Es un placer para la vista. Si vuelves a la arquitectura de la antigua Roma, es sobre la sencillez de las líneas. La simetría y la calidad de todo quitan el aliento. Eso es lo que vemos cuando miramos el ballet clásico, nada de exageraciones ni amaneramientos”.
Cynthia Harvey, antigua bailarina del American Ballet Theatre, pareja de baile de Mikhail Baryshnikov y hasta hace poco directora artística del Jacqueline Kennedy Onassis School, es de la misma opinión. Atribuye el valor de los clásicos a su perdurabilidad. “Si ha permanecido más de cincuenta años, por algo será. Pensemos en Mozart, Beethoven o The Beatles, han estado con nosotros mucho tiempo. The New Yorker sugirió recientemente que Giselle, de Akram Khan es más adecuado a los tiempos que corren y que se debería dejar de hacer la versión clásica. Algunos de estos ballets tienen contenido histórico. ¿El que no se correspondan con la actualidad es motivo para cambiarlos?”
“Para mí, el ballet clásico comunica un concepto distinto de lo que es la realidad”, continúa Harvey. “Es fantasía… no es realismo como el que vemos en las noticias. Tengo la impresión de que inferimos mucho de las cosas y nos estamos volviendo demasiado susceptibles. Entiendo que la generación de hoy en día busque referencias. Pero no hay que deshacerse de lo original solo porque se quiera cambiar las cosas”.
El nuevo director del English National Ballet y director del Semperoper Ballett de Dresde durante 17 años, Aaron S. Watkin, comparte esta opinión. “Para saber adonde vamos, tenemos que saber donde hemos estado. El ballet clásico es la base fundamental de la danza organizada, del sistema de danza y de todo lo que se estudia y se aprende. También requiere fortaleza mental, fortaleza física, coordinación, musicalidad, todo”.
Para Watkin, la danza clásica debería ser una parte integral de un repertorio más amplio. “No creo que uno deba crecer solo con lo clásico, lo moderno o lo neoclásico. En la actualidad, no es suficiente con hacer una sola cosa, tienes que hacer de todo. Así que, ¿por qué el ballet clásico no habría de ser importante? Imagínate que lo quitas de la ecuación, ¿qué te queda? De cualquier modo, creo que es importante presentarlo de distintas maneras, buscando conexiones y no centrarse solo en imágenes. No es estático y debe ser emotivo”.
Para los cuerpos de los bailarines, la formación en la técnica clásica es esencial. De nuevo Darcey Bussell: “Los coreógrafos de hoy en día esperan mucho del cuerpo de un joven bailarín, pero esos cuerpos nunca podrían hacer lo que hacen si no fuera por el poder de la danza clásica. Para mí, se trata de encontrar tu centro, tus líneas, tu postura y cómo la consigues. En el repertorio clásico, la educación que consigues con el entrenamiento te prepara para el camino más difícil, y creo que los bailarines contemporáneos estarán de acuerdo. Su amor será para la contemporánea, pero sin la experiencia de aprender ballet clásico en su forma más pura, no serían bailarines de contemporánea suficientemente fuertes”.
Me pregunto cómo los bailarines clásicos se las apañan para adaptarse a las distintas disciplinas cuando cambian de programas. Bussell lo explica: “el ballet clásico es mucho más duro para el cuerpo. Estás muy expuesto, no te puedes esconder. Es muy evidente cuando alguien finge, pero el ballet clásico necesita del contemporáneo, se complementan muy bien”.
“La danza contemporánea es una herramienta fantástica para aprender a liberar la parte superior del cuerpo”, continúa Bussell. “Puede mejorar el ballet clásico. Me encanta cuando la gente forma su propia opinión… Tenemos que ser más listos y pensar en el público como en un amplio conjunto de individuos. No creo que eso sea malo. Por supuesto, volvemos a los clásicos porque son nuestra historia, es como empezó y respetamos la calidad de ese trabajo, la coreografía, la música”.
Harvey se extiende más: “En ocasiones, en esta cultura tratamos de, arbitrariamente, imponer nuestra visión (seguramente, la gente piensa que lo hago!). No creo que estos ballets antiguos comuniquen que las mujeres son débiles o dóciles o blandas (como bailarina, no he sentido eso); la cuestión es que no representan a la mujer de hoy en día. Pienso en lo que Matthew Bourne hizo con su Swan Lake: lo modernizó, y capturó la esencia de la historia sin tener que deshacerse de las versiones antiguas”.
Watkin habla también de aquellos coreógrafos que buscan recuperar las versiones más tempranas de los clásicos. “Creo que es útil conocer versiones originales de los ballets para ver cuál era la intención original. De todos modos, no me convence del todo porque están trabajando con una notación muy antigua. El ballet es como un arco. También creo que si Petipa estuviera vivo, con los bailarines y la tecnología que tenemos ahora, esos ballets habrían evolucionado. Creo que son válidos como referencia histórica para nosotros, para saber donde hemos estado y adonde vamos”.
Harvey elogia las virtudes de la enseñanza clásica. “Incluso mis amigos de danza contemporánea y de hip hop van a clases de ballet, todos ellos. Es la base, es el fundamento. No puedes deshacerte de ello. Habría que modernizar el sistema educativo, añadiendo lo que tenemos… quitar cosas no es la respuesta, mejorarlo, sí. En la formación de ballet normal, la base es el sonido. Uno puede añadir más calentamientos para el pie, es una opción como maestro –no hay que seguir una biblia. Lo mismo ocurre con un coreógrafo: uno tiene que conocer la base y entonces obtienes la libertad para elaborar. Tampoco estoy diciendo que el ballet clásico sea la única opción. ¡A mí me encanta la danza contemporánea, por cierto!
Harvey incide en el aspecto de evasión que ofrece el ballet clásico. “Los clásicos deben permanecer porque comunican algo distinto a lo que vivimos en la actualidad. Hay aspectos de la historia con los que puedes identificarte… pero es fantasía, es entretenimiento”.
Bussell, Harvey y Watkin coinciden en que la música es esencial en el ballet clásico. Esto no quiere decir que no haya espacio para incluir nuevas músicas, pero compositores como Chaikovski, Massenet, Liszt, Chopin, Debussy y Rachmaninov son todavía el fundamento de la atracción que las audiencias sienten por ver esta combinación concreta de varias artes (coreografía, música, diseño). Cada elemento contribuye al espectáculo, el cual, por mucho que queramos innovar, es el que más público de ballet atrae en todo el mundo.
Traducido del inglés por Katia de Miguel