Isabel Villanueva (Pamplona, 1988) es unas de las violistas más destacadas de su generación. Desarrolla una intensa actividad internacional concertística y didáctica y se ha propuesto revalorizar la posición del viola como instrumento solista. Recién llegada de Latinoamérica, nos cuenta sus inquietudes y proyectos.

¿Cómo ha sido tu debut en Latinoamérica, qué has encontrado y qué te ha sorprendido?

Deseaba desde hace mucho tiempo ir a Latinoamérica y me he encontrado con que la gente allí es maravillosa. Además, me tocó vivir algo muy emocionante. Teníamos previsto presentar el disco Bohèmes y hacer un concierto en la Sociedad Filarmónica de Lima, pero el pianista no pudo acudir. Ante esto, propuse hacer un recital de viola sola y fue recibido con mucha expectación. ¡Fue muy emocionante! Mi primer concierto en América Latina fue un recital de viola sola.

Estuve después en Bogotá, en el Festival Interviolas (dedicado solo a la viola, con conciertos, masterclasses, talleres…), destinado a distintos rangos de edad y niveles. Fue muy bonito porque había niños que habían venido desde muy lejos (y hay que tener en cuenta que allí las distancias son inmensas y las comunicaciones no siempre cómodas). Había una niña, por ejemplo, que había venido desde Honduras. Me seguía desde hacía muchos años y tenía muchísima ilusión por tener una masterclass conmigo, ¡hizo un viaje de tres días para venir a Bogotá! En noviembre he hecho una gira por México que ha sido como un sueño, he dado cuatro conciertos y masterclasses. Ha sido una experiencia maravillosa, tengo muchos seguidores allí y tenía muchas ganas de ir.

La violista Isabel Villanueva
© Juan García Rosell

¿Qué es #violapower y por qué es necesaria esta iniciativa?

#violapower es una marca imborrable ya… es un movimiento de defensa, promoción y revalorización del instrumento. La frase, en realidad, es algo que utilizábamos los violistas, una consigna, pero nunca lo había visto planteado como algo serio, así que decidí registrarlo. Empecé con las camisetas, que es algo muy visual, y ha evolucionado, es un punto de conexión para los estudiantes y los melómanos. Y la intención es, bajo el lema #violapower reunir a los violistas y evolucionar a nivel técnico y artístico.

En países como Francia, Inglaterra o Rusia se ha creado cierta escuela de viola, ha habido intérpretes importantes y se ha compuesto repertorio con la viola como protagonista. ¿Qué tradición de viola hay en España?

En España no ha habido una escuela diferenciada y sólida, pero sí ha habido compositores y violistas que han hecho su aportación, especialmente en el s. XX. Por ejemplo, Emilio Mateu ha escrito varios métodos de viola orientados a trabajar la técnica y el virtuosismo. Enrique Santiago fue el que más sobresalió como solista. En cuanto a composiciones, contamos sobre todo con las de la época postromántica y posteriormente, con las de la Generación del 27, de la que surgen obras muy interesantes. En Cataluña, donde había bastante tradición de viola, destacan compositores como Roberto Gerhard o Francisco Fleta Polo. Hay bastante repertorio y, aunque no haya ninguna especialmente destacada, hay obras muy bonitas.

Transcribiste para viola la Sonata para violín, H.127, de Granados, ¿cómo surgió esto?

La sonata de Granados la descubrí en 2009 mientras estudiaba en el Royal College of Music y la estrené también allí. Tenía previsto un recital de música española y bajé a la biblioteca del College. Buscaba arreglos, sobre todo de Falla, Granados, alguna danza… busqué también en el apartado de violín y de pronto me topé con la Sonata para violín de Granados, vi que había solo un movimiento, Lentamente con molta fantasia, era un movimiento muy poético y pensé que podría funcionar en la viola. La leí a primera vista y me dije, “esto lo tengo que tocar”. Me puse con la transcripción y me la aprendí para el concierto. Me pareció que tenía mucho potencial, la incluí en mis giras y la toqué en distintos países de Europa. Siempre tenía muy buena acogida y a la gente le encantaba, así que decidí grabarla, y ese fue el punto de partida del disco. Para la grabación, dadas las características de la sonata, me pareció interesante reunirla con obras para viola compuestas en París por compositores extranjeros, en los que encontramos una aportación personal relacionada con su origen y cultura y un estilo desarrollado en el entorno del impresionismo. He de decir que se conocen dos movimientos más de la sonata, pero no están completos así que decidí no grabarlos.

¿Qué hay de la composición actual? Parece que los compositores actuales encuentran en la viola una interesante vía de expresión.

Sí, muchos compositores españoles se han interesado por la viola, yo, además, estoy muy involucrada en la composición actual. He estrenado obras de Tomás Marco, Antón García Abril, Jordi Cervelló, Mauricio Sotelo y José Zárate. El caso de Sotelo, por ejemplo, fue un encargo del Centro Nacional de Difusión Musical y pude elegir al compositor. Me apasiona el flamenco y quería interpretar algo de él por su conexión con este género. Blanca luz de azahar, fue su primera obra para viola y orquesta. Seguimos en contacto y tenemos algún proyecto más. También he interpretado obras de Betti Olivero, Golfam Khayam, Sofia Gubaidulina, Dobrinka Tabakova.

Es fundamental que un artista interprete la música del momento, estar en contacto con la realidad y ayudar a que perdure. Esto es más relevante aún en el caso de la viola, que queremos que se consolide como instrumento solista. El siglo XX fue el de resurgimiento y reafirmación de la viola, y ahora, en el XXI, la viola está en la cresta de la ola.

Isabel Villanueva
© Gaby Merz

Dadas las características de la viola, supongo que es difícil, o más difícil que con otros instrumentos, encontrar instrumento, ¿es así?

La viola tiene una construcción física diferente, por ejemplo, al violín porque es irregular. Cada una es distinta y dentro de cada instrumento hay irregularidades, lo que hace que a la hora producir el sonido, cada viola sea un mundo. Yo estoy muy contenta con mi instrumento, hace 10 años que lo toco y ha evolucionado tanto como yo. Los instrumentos cambian con el tiempo según como se toquen, en función de qué tipo de ataque y qué elementos explores se desarrollan de una forma o de otra. La madera está viva, la veta cambia con la humedad o la altitud; tu estado de ánimo también le influye. Pero más allá del sonido ideal, es mucho más importante lo que quieras transmitir. El intérprete debe tener el suficiente carisma y una identidad potente para transmitir de forma muy clara lo que quiera comunicar.

¿Quién es tu referente o tu modelo, si lo hay, como músico o como violista?

Los primeros, mis padres, que desde pequeña me han inculcado el sentido de la disciplina, de la constancia y el valor del trabajo. Su persistencia, el estar encima cuando eres niño y no ves el fruto inmediato de tu trabajo, ha sido fundamental. A nivel artístico siempre me ha gustado mucho Paco de Lucía. Yo empecé con la guitarra, la viola surgió después por casualidad, pero la guitarra es el instrumento de mi corazón y Paco de Lucía tiene una garra, una energía y una electricidad que me apasionan. Eso sí, la viola es toda mi vida.

En cuanto a otros tipos de música, figuras como Freddie Mercury, Michael Jackson o Madonna me interesan mucho como iconos artísticos porque representan en una única figura composición e intérprete. Como intérpretes, tienen una identidad muy sólida y la conexión con el público es muy fuerte. En la clásica no hay iconos así entendidos.

¿Cómo seleccionas y planificas el repertorio a lo largo del tiempo?

A largo plazo no tengo planes en cuanto a repertorio concreto. He hecho ya todo el gran repertorio para viola y también es cierto que me gusta investigar obras nuevas. En abril tocaré junto a la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid el concierto para viola de García Abril Cantos de Ordesa, no se interpreta desde su estreno en 2012 y estoy muy entusiasmada. Sí me gustaría, no sé si será posible, centrarme durante un tiempo en preparar algo de repertorio concreto, y quizá dedicar unos meses a pensar hacia dónde quiero dirigirme.

¿Cuánto de planificación, cuánto de trabajo y cuánto de buena suerte hay en una carrera de solista?

De trabajo, todo. Mi vida está íntegramente dedicada a la viola desde que la cogí a los nueve años. Es un trabajo precioso y un sueño que sigo viviendo. Si bien es cierto que hay muchos componentes que no son en realidad de dedicación al instrumento, sí son cosas que hay saber llevar y planificar. Por otra parte, hay muchos aspectos que no puedes prever, pero que, cuando surgen, bien dirigidos pueden ser los que definan más tu trayectoria. Es tantísimo lo que se está moviendo en el mundo de la música, que parece un poco saturado, por decirlo de algún modo, y hay que encontrar cosas interesantes que ofrecer. No hay que olvidar que interactuar con el público es una parte fundamental de nuestra tarea, tanto en persona como en las redes sociales, además de hacerles disfrutar lo más posible con la música.

En ocasiones interpretas música de cámara, ¿cómo es esta experiencia?

La música de cámara es una conversación con otros instrumentos y en mi sensación, la viola es mediador en cuanto a sonido y posición. Es importante especialmente en el caso de los violistas porque el repertorio que hay, la forma de tocar el instrumento y los valores que descubres tocando, son muy bonitos y son imprescindibles para desarrollarse como músico. El cuarteto de cuerda es como un instrumento en sí y es un mundo aparte porque es algo mucho más especializado. Pero en el caso de cuartetos con piano, tríos de cuerda, quintetos, etc., es precioso poder ponerse en contacto con músicos, que a lo mejor ni siquiera conoces, y hacer una versión en la que las energías y las ideas puedan combinarse y funcionen. Te tienes que saber muy bien tanto tu parte como las otras porque tienes que estar con los oídos abiertos para ver qué pasa en los otros instrumentos, cuando tienes que sobresalir, cuando canta tu instrumento, cuando no. Hay que ser muy flexible y abierto y saber reaccionar.

Villanueva junto a la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León
© Juan Flores | Orquesta Sinfónica UANL

Has participado en muchísimos concursos, ¿qué te ha aportado esa experiencia personal y profesionalmente?

Tenía 8 años cuando me presenté a mi primer concurso, fue de guitarra y lo gané. El primero de viola al que me presenté fue con 14 y también lo gané. Supongo que el ganar estos dos concursos en ambos instrumentos me motivó mucho, veía que el trabajo que estaba haciendo funcionaba y que tenía talento. La verdad es que fui una niña con mucha energía y muy competitiva, hoy en día también trato de ofrecer lo mejor en lo que hago. Los concursos me sirvieron para preparar obras de la mejor calidad y al mejor nivel. Tienes que tener un gran repertorio en dedos y tocarlo al máximo nivel, cosa que, cuando eres muy joven, sin un aliciente de este tipo no te preparas con tanto entusiasmo. También me sirvieron mucho para ver cómo funciona el mundo, conocer a otros concursantes, saber cómo tocan en Rusia o en Italia o en la República Checa y, en definitiva, tener experiencias vitales. Antes los concursos eran decisivos en la carrera de un músico, hoy en día no, ganar un concurso no te va a asegurar nada. Pero sí son una parte importante de la formación de cada músico.

¿Qué proyectos futuros nos puedes comentar?

Estoy preparando un nuevo proyecto discográfico, aún en ciernes, pero seguramente se grabará en 2020. En el año Beethoven voy a incluir en mi repertorio una sonata (de las de chelo transcritas para viola); estrenaré una obra de Golfam Khayam, compositora iraní con la que ya he trabajado, para viola sola. Estoy preparando un proyecto con el pianista Moisés Sánchez que aúna clásica con otros estilos. Creo que es muy positivo abrirse a otros géneros y poder hacer un intercambio musical con músicos procedentes de un ámbito distinto a la clásica. Vamos a recuperar música popular escrita por compositores como Falla, Sarasate o Bartók desde unos arreglos nuevos. Se titula Raíces y lo estrenaremos en Granada en abril.