Las oficinas del Teatro de la Zarzuela como la mayoría de los espacios oficiales de nuestro país, y a pesar de los intentos de modernización, tienen un cierto aire vetusto. Pero al entrar al despacho de Daniel Bianco la impresión cambia, la decoración se hace atrevida, atractiva y con un punto pop. El espacio refleja bien la personalidad de quien lo ocupa: un prominente escenógrafo reconvertido en director artístico desde 2015 del único teatro del mundo donde se produce zarzuela. Alguien que, además, se ha empeñado en actualizar un género al que la tradición parece pesarle demasiado.
Juanjo Freijo: Comencemos por lo esencial, ¿qué es la zarzuela?
Daniel Bianco: La zarzuela es un género que forma parte del patrimonio lírico español. Su característica más esencial es que se canta y se habla. Esa sería la gran diferencia con la ópera. Es una representación teatral con música. Y tiene unos títulos que siempre han conectado con el alma popular de la gente. Pero a diferencia de lo que todo el mundo piensa, no son localistas. Trata temas muy populares, pero a la vez muy universales. Tiene, además, la virtud de la inmediatez, de la rapidez. A veces se estrenaban obras y si no funcionaban inmediatamente se retiraban y se escribía otra al instante. Para mí esto tiene mucho que ver con la prensa, con el periódico, con la manera de comunicarse. La gente se emocionaba con historias que a ellos les ocurrían. Las historias pueden no ser tan trascendentales como la ópera, como Salomé o Medea, pero tratan sobre las mismas cosas que a todos nos ocurren: los celos, la venganza, el amor.
Es además parte de la historia común de España y de Latinoamérica. ¿Cómo se desarrolló esta relación?
Sí, al mismo tiempo que se estrenaban las obras en España, se representaban en América, solo separadas por el tiempo que tardaba la partitura en llegar en barco. Los españoles que había allí querían recibir esto de su patria. Pero, además, la zarzuela en Latinoamérica se transforma: Argentina la convierte en el sainete criollo; Cuba es el país que en el que más zarzuelas se han compuesto, casi 250 y de un nivel altísimo. Yo he nacido en Argentina y he vivido esto de pequeño en mi casa. También ocurre otra cosa referida a la inmediatez. Al día siguiente del estreno, en las plazas y en las calles se cantaba su música, yo creo que eso nunca ha pasado con la ópera.
Luego, en el siglo XX, vino una época que no ha sido muy buena, en mi opinión. Y no creo que haya sido intencionada. Durante la dictadura de Franco, el régimen se apodera de la zarzuela. No creo que fuera por una cuestión de gusto, sino por una coincidencia histórica. Y cuando llega el momento de la explosión de la democracia, la zarzuela se queda atrás. Si la zarzuela hubiera estado presente en la Movida Madrileña, como si pasó con la copla, quizá hubiera sido otro asunto. Aunque algo hubo, porque en las películas de Pedro Almodóvar de aquella época hay música de zarzuela.
En España se considera un género muy tradicional, diría que demasiado si se compara con otras disciplinas y géneros artísticos.
Mi intención para renovar la zarzuela es mirarla con los ojos de hoy y con los medios de hoy. Con esto, no hablo de cambiar una sola nota musical, hay que hacer lo mismo que en la ópera durante los años setenta y ochenta, y es incorporar a directores de teatro. En la zarzuela hay partituras verdaderamente extraordinarias. Con los textos es distinto, quizá debido a la inmediatez de la que hablaba, en ocasiones ocurre que los textos no son muy buenos. Pero yo como escenógrafo le hablaría también de algunos libretos de ópera que dejan bastante que desear.
La pregunta es entonces, ¿por qué si la Royal Shakespeare Company es capaz de hacer adaptaciones de las obras de Shakespeare nosotros no podemos hacerlo? La Comédie-Française lo hace con Molière, la Compañía Nacional de Teatro Clásico lo hace con Lope de Vega. En la zarzuela creo que en las ocasiones en las que el libreto es muy débil, está bien que intervenga un dramaturgo.
He viajado por todo el mundo y he visto a los escenógrafos más polémicos de la ópera actual, pero los mayores escándalos que he vivido han sido en este teatro. La gente gritando y abandonando la sala en Cómo está Madriz o Doña Francisquita. ¿Qué pasa con el público de la Zarzuela? ¿Son los más fieles guardianes de la tradición?
No, lo que pasa es otra cosa. En los últimos años, gracias a las redes sociales, la facilidad para viajar, YouTube y otros medios, todo el mundo ha visto óperas. Cualquier aficionado conoce a La traviata de Netrebko con vestidos de alta costura, o a Bob Wilson, o a Patrice Chéreau. Pero la zarzuela es única, se hace prácticamente toda aquí y nadie se imagina que se puede hacer de otra manera. Si se hiciera también en otros lugares, se desarrollaría por distintas vías. Algunos aspectos de la zarzuela necesitan una revisión y en otros casos se puede ofrecer una versión clásica.
En este sentido le diré que su Bernarda Alba, que yo definiría como un clásico renovado, ha sido de lo más emocionante que he visto en mucho tiempo.
Bernarda Alba es un magnífico ejemplo. Para mí también fue de lo más emocionante. Primero porque amo a Lorca y segundo porque hablo de un compositor vivo y de una música al servicio de un teatro. La música estaba íntimamente ligada al texto. Y lo más importante, la puesta en escena de Bárbara Lluc, una mujer joven que ha tenido la honestidad de afrontar la obra de una manera, digamos, clásica. De este modo, ha sido bien recibida por distintos grupos de gente, además de que ha sido el espectáculo para el que más entradas hemos vendido, esto quiere decir que es el camino para llegar a los jóvenes.
Hablaba de la internacionalización hacia Latinoamérica, pero también hay una asignatura pendiente que es expandirse más allá del mundo hispano. Lo han intentado durante décadas todos nuestros grandes cantantes. Recuerdo un periodo en el que la página web de Plácido Domingo estaba dedicada principalmente a la zarzuela. ¿Qué pasa con esto?
Esta es una tarea a la que dedico muchas horas de trabajo cada día, pero es más complicado de lo que parece. Llevo no sé cuánto tiempo hablando con México y estoy en conversaciones con el Teatro Colón de Buenos Aires desde hace dos años. Además, hay una gran cantidad de cantantes con carreras internacionales, cada vez más, Jorge de León, Ainhoa Arteta, Marina Monzó, que cantan zarzuela. Llevar productos hechos por este teatro afuera es casi imposible económicamente. Cuando hacemos una producción nueva, luego se archiva en los contenedores; antes que eso yo preferiría regalarla. Yo hice La generala en el Châtelet de París, una cosa muy puntual. También te puedo decir que cuando viajamos a Japón es porque el gobierno español pone el dinero.
¿Crees que puede haber algo en la música en sí misma, su carácter folclórico, que pueda suponer una barrera para un alemán o en inglés a la hora de acercarse al género?
Mi experiencia es que cada vez que la hemos representado fuera de España ha sido un éxito. Porque hay una cosa que gusta, viva, refrescante, que no es pesante, como dirían los italianos. Yo creo que es un problema político. Le contaré un dato muy característico. Cuando se emitían las actuaciones de los Tres Tenores, el momento de mayor audiencia era cuando Plácido Domingo cantaba el “No puede ser” de La tabernera del puerto. Creo que hay un público que lo necesita. Pero lo que a mí me gustaría, y para mí sería la prioridad, es que en el mundo cultural de aquí estuviera mejor considerada. Por ejemplo, yo estoy a la espera y tengo muchas ganas de que la zarzuela como género sea reconocida como patrimonio de la humanidad. Me parece fundamental.
Me gustaría hablar ahora de usted, de su carrera. Dio un giro muy grande desde la escenografía a dirigir un teatro como este. ¿Qué le motivó a hacerlo?
Cuando salió el concurso pensé, me voy a presentar. El reto fue pensar qué hacer para que la zarzuela no se muera. No sé si el proyecto que presenté fue el mejor o el peor, de lo que sí estoy seguro es de que era un proyecto realista. Iba destinado a bajar la media de edad. Se trataba de comunicar para atraer a gente joven. Y darle a la zarzuela una visión contemporánea. La parte de la gestión no me sorprende, la conocía, sé lo difícil que es y me ha pillado en una época adulta. A esta edad los escándalos se gestionan mejor. Lo que tenemos en contra es que la cultura hoy en día es como un trofeo político. Muchas veces los políticos no saben ni de lo que están hablando. Mientras esté aquí, procuraré trabajar de una manera libre, el día que no pueda hacerlo, cojo la puerta y me voy.
En estos tres años, ¿de qué se siente más orgulloso y qué es lo que le queda por hacer todavía?
Mira, me siento orgulloso de que el teatro esté vivo. De que con el mismo presupuesto hayamos aumentado tantísimas funciones. De haber bajado siete años la media de edad del público. El objetivo para mí es poder salir de la calle Jovellanos. Y estoy absolutamente convencido de que el cine es la manera de hacerlo. En la ópera siempre ha habido dos visiones en este sentido. Una es la de Mortier, que decía que la ópera no se podía retransmitir por cine porque pierde la esencia. Y la otra, la del Metropolitan, que pasa todo por cine, ya no importa si la sala se llena o no porque entra mucho dinerto a través del cine. Creo que con el género de la zarzuela hay un punto medio. Hay 500 millones de hispanohablantes y en todas las ciudades donde viven, hay una casa de cultura. Que allí se vea zarzuela es la asignatura pendiente.
Hablemos de la nueva temporada. Hay una pregunta inevitable a la vista de lo que está ocurriendo en muchos teatros del mundo. ¿Vendrá Plácido Domingo a cantar esta temporada, tal y como estaba previsto?
Por supuesto que va a venir.
El Me Too empezó en el cine y luego pasó a la ópera y a la clásica. ¿Esperamos algo similar en la zarzuela?
Yo no he visto nada en 35 años de carrera. No puedo decirle lo que pasa en los camerinos pero en público, conociéndome, si lo hubiera visto, lo hubiera denunciado.
Más allá de esta presencia de Domingo, ¿si quisiéramos atraer a alguien joven a la zarzuela este año, que le recomendaría?
A mí me parece que Cecilia Valdés es una obra a la que la gente joven se puede enganchar. Tanto la música como la producción son muy buenas. Y por supuesto Agua, azucarillos y aguardiente, que está hecha especialmente para el público joven.
Y qué hay de aquellos que estén sentados en Inglaterra o en Alemania que no vayan a coger un avión para venir a la Zarzuela, ¿cómo les puede enamorar?
Para empezar, que se asomaran a Facebook y YouTube, por estos canales retransmitimos todas las funciones. Hasta el concierto de este mismo sábado en homenaje a Motserrat Caballé. Verán que este teatro es único en el mundo, no hay otro que haga producciones de zarzuela propias y que lo puedan apreciar, porque además, emitimos con una excelente producción de sonido y de imagen.