No hay que mirar muy lejos para encontrarse con los dioses de la música checa en Praga. Frente al Rudolfinum, el imponente auditorio y museo neorenacentista en el extremo oeste de la Ciudad Vieja, Antonín Dvořák se erige como una divinidad en bronce. En el interior, la Filarmónica Checa se acomoda en la Sala Dvořák y la música de cámara llena los rincones de la Sala Suk. En el otro extremo de la Ciudad Vieja, en el entorno art nouveau de la Casa Municipal, la Sala Smetana acoge a la Orquesta Sinfónica de Praga así como a una variada oferta de conjuntos visitantes.

Rudolfinum con Dvořák en el exterior
© David Karlin

Las salas son auténticos legados de una historia de 300 años, en un país agraciado con grandes compositores. A mediados del s. XIX, Bedřich Smetana se erigió como un talento de talla mundial y su figura marcó el nacimiento de un estilo nacional y el comienzo de un periodo particularmente fértil en el cual crecieron Dvořák y su yerno Josef Suk, y Leoš Janáček y Bohuslav Martinů ya en el s. XX. La música de estos creadores suena tan fresca y vigorosa como lo hizo recién compuesta. Más allá de los auditorios, Praga ofrece muchísimas oportunidades para conocer más acerca de sus vidas y del momento en el que produjeron su obra atemporal.

Estatua de Bedřich Smetana sobre Praga
© Prague City Tourism

Un buen punto de arranque es el Museo Smetana. Está ubicado en un elegante edificio esgrafiado en la orilla este del río Moldava, cerca del Puente Carlos. El compositor, sentado solemnemente en el exterior, pasa desapercibido con facilidad entre el ajetreo de las mesas de los cafés y el modesto interior disimula el lugar tan especial que le guardan en sus corazones los checos. Puede que Dvořák sea la estrella mundial, pero Smetana es el compositor que supo reflejar el amor por su tierra en obras como Má vlast (Mi páis), con la que se abre el Festival de Primavera de Praga cada año.

El museo ofrece una amplia información sobre la familia y la carrera de Smetana, además de manuscritos originales que demuestran su versatilidad en distintos géneros –música sinfónica, cámara y óperas. Una atractiva exposición sobre su famosa ópera, Prodaná nevěsta (La novia vendida), destaca la sensación que generó por toda Europa tras su estreno en 1866. ¿Sabía que es la única ópera en la que hay una disputa sobre qué es mejor en la vida, el amor o la cerveza?

El Museo Dvořák es un poco más difícil de encontrar ya que se encuentra algo apartado en una zona menos visitada de la Ciudad Nueva. Una vez allí, la experiencia es inolvidable: un elegante palacete barroco, una casa de verano rodeada de jardines y esculturas ofrece una inmersión absoluta en la vida y la obra del compositor. Desde este lugar es difícil imaginarse a Dvořák como un violista sin medios en la Orquesta del Teatro Provisional Bohemio, dándole al arco bajo la batuta de su director Bedřich Smetana. Fue Brahms el que descubrió el genio de Dvořák en un concurso de composición en 1875. Tal y como se deja claro en el museo, una vez que la obra de Dvořák tuvo un valedor fuera del país, creció en importancia e influencia.

Museo Dvořák
© Prague City Tourism

A lo largo de su vida, Dvořák se inspiró en la naturaleza, lo que se refleja tanto en el espacio en el que se encuentra el museo, como en las exposiciones del interior. Entre lo que se exhibe se pueden ver objetos personales como bastones para caminar, sombreros y guías de pájaros. Sus incondicionales encontrarán estudios en profundidad de las colecciones de autógrafos, correspondencia, fotos y cuadernos de viaje.

Durante muchos años Dvořák sobrevivió gracias a su labor como profesor de música y uno de sus alumnos favoritos era Josef Suk, un talentoso violinista de Křečovice. Ambos entablaron una gran amistad y Suk se casó con la hija de Dvořák, Otilie. A comienzos del s. XX Suk ya se había ganado una buena reputación como notable compositor. La esencia nacionalista recorre gran parte de su música, lo que explica por qué no se interpreta más a menudo fuera de su país. Su mayor trascendencia está quizá en haber formado el Cuarteto Checo, un conjunto de gran influencia (orginalmente llamado Cuarteto Bohemio) que ha establecido el patrón para todos los cuartetos de cuerda checos que han venido después. Aún menos visible que una estatua, la sala de música de cámara que lleva su nombre en el Rudolfinum es un tributo justo.

Iglesia Polička, lugar de nacimiento de Bohuslav Martinů
© City of Polička

Si Josef Suk era un alumno excelente, Bohuslav Martinů era justamente lo contrario. Nacido en el pequeño pueblo de Polička, creció en la torre de la iglesia (su padre era sacristán), Martinů era un prodigio que comenzó a componer a los 13 años. El ayuntamiento de Polička le otorgó una beca para estudiar en el Conservatorio de Praga. Allí demostró poco interés en el estudio formal y fue expulsado en 1910 por “negligencia incorregible”. A continuación, trabajó como violinista en la Filarmónica Checa, pero no le fue mucho mejor; en 1923 Martinů estaba en París estudiando y componiendo. Su asombrosa habilidad para absorber todo aquello con lo que se encontraba y hacerlo propio se refleja en el jazz, los elementos neoclásicos y surrealistas presentes en la música que compuso en el periodo de entreguerras.

En 1940 Martinů y su esposa, huyendo de la invasión nazi abandonaron París y durante los siguientes 19 años viajaron por el mundo mientras Martinů producía obra sinfónica, de cámara y óperas como churros. Gracias en gran parte a los esfuerzos del Instituto Martinů en Praga, su música continúa teniendo gran aceptación y difusión, especialmente la ópera The Greek Passion (La pasión griega), que actualmente se interpreta de forma habitual en los teatros de ópera del mundo. Como Suk, el nombre de Martinů queda honrado con una encantadora sala en Praga, en el Palacio Liechtenstein, sede de la Academia de las Artes Escénicas, donde el compositor se identificaría, sin lugar a dudas, con los alumnos problemáticos.

Una de las estrellas más brillantes de la música checa del s. XX, paraba rara vez por Praga. Leoš Janáček pasó la mayor parte de su vice en Brno, en Moravia, donde sus investigaciones sobre la música popular se convirtieron en la base de un nuevo lenguaje musical que dio pie al nacimiento de las innovadores óperas Jenůfa, Káťa Kabanová y Příhody lišky bystroušky (La zorrita astuta). Janáček no encajaba en el entorno musical de Praga – el director del Teatro Nacional insistía en reescribir Jenůfa antes de representarlo – quizá sea por esto por lo que su huella allí es tan pequeña. El Teatro Nacional de Praga ofrece ahora magníficas producciones de las óperas de Janáček, pero los auténticos fans deben peregrinar a Brno para ver la casa donde nació el compositor, su tumba y monumentos entre los que se encuentra una efigie dorada que da la bienvenida al amplio Teatro Janáček.

Tumba de Dvořák en el cementerio
© Prague City Tourism

Praga ofrece mucho que explorar a los amantes de la música clásica, en especial en este año de celebraciones. Los incondicionales de Beethoven se deleitarán con la muestra de los manuscritos originales en el Palacio Lobkowicz, en la parte este del complejo en torno al Castillo de Praga. Joseph Franz Maximilian Lobkowicz fue un generoso benefactor de Beethoven, este dedicó su tercera, quinta y sexta sinfonía al príncipe. También se muestra una impresionante colección de de pinturas, objetos artísticos decorativos y religiosos, armería y manuscritos de Handel, Mozart y Haydn, complementado con esporádicos conciertos. Y ningún viaje a Praga está completo sin una visita al Teatro Estatal, en el que el propio Mozart estrenó Don Giovanni en 1787. En la actualidad, el teatro ofrece producciones de las óperas de Mozart de manera regular y, cada pocos años, se incluyen versiones nuevas de Don Giovanni.

El Museo Checo de la Música en Malá Strana ofrece doble deleite: una impresionante colección de más de 400 instrumentos históricos valiosísimos en una preciosa iglesia barroca. Entre los instrumentos se puede ver desde un piano que tocó Mozart a curiosidades como una armónica de cristal o el “šediphones”, un instrumento de viento metal con doble campana. El periodo moderno también está presente con una magnífica exposición sobre todo lo acontecido desde el momento en que los instrumentos se enchufaron y muchas actividades interactivas para niños.

El cierre perfecto para una excursión musical está en Vyšehrad, la histórica colina sobre el Moldava en la que se fundó Praga. Muchos de los grandes líderes y artistas del país están enterrados ahí, en un solemne jardín. Espléndidos monumentos y estatuas señalan las tumbas de Dvořák y Smetana así como las de Karel Ančerl y Rafael Kubelík, los legendarios directores que llevaron la música checa por todo el mundo. Los más observadores verán que hay otras celebridades como el violinista Josef Suk, nieto del compositor. En auditorios de todo el mundo, su música sigue viva.

Este artículo ha sido promocionado por Prague City Tourism.

Traducido del inglés por Katia de Miguel