Cerrando una trilogía conceptual entre la simbiosis de vida y muerte, L’Auditori resuelve el ciclo filo-musical [iniciado con Creación (2021-22) y seguida de Amor y Odio (2021-22)] con Muerte o regreso, un programa destinado a replantear la muerte a través de diferentes lenguajes musicales. Musicalizar lo inevitable del fin, la muerte, y sus diferentes maneras de encararla, justificarla o aceptarla; diversas aproximaciones que Ludovic Morlot, quien estrena titularidad de la OBC, explora junto a una orquesta a pleno rendimiento un viaje que va desde el romanticismo hasta la vanguardia.
Schicksalslied op. 54, (Canción del destino) de Brahms abrió la exposición con un desarrollo imponente, conjuntamente con el Cor de Cambra del Palau de la Música. Morlot se centró en subrayar los contrastes de las secciones del poema musical, dando espacio a las distintas cargas emocionales y la contraposición entre la existencia celestial y la mortal en tres estrofas. Entre formalidad y equilibrio en la lectura, la dirección potenció las entradas armoniosas del comienzo y la reinterpretación de este en el último movimiento, donde la fuerza del diálogo orquestal la sostuvo el conjunto de cuerdas. La conducción evidenció un interés en las combinaciones instrumentales, creando climas, que pivotaban entre la abstracción y el lamento de la condición humana, especialmente en la segunda sección, donde se encontraban los tratamientos de las texturas más interesantes. La combinación de la riqueza instrumental y el efectivismo recrearon una binariedad sugestiva, enfatizada por la tensión entre maderas y metales y los descensos corales. Alternando desplazamientos entre frases y resolución de tensiones, entre sutilezas melódicas, Morlot consiguió una atmósfera eufónica y contrapuesta simultáneamente.
Con un estreno nacional, en The Lyre of Orpheus de Sofia Gubaidulina se cambia de lenguaje, con la exploración acústica y lógica constructiva como cimientos de la obra. Junto con lo lírico y lo poliédrico del violín de Marc Bouchkov, quien llevó a cabo una exhibición rigurosamente técnica del instrumento, un reducido conjunto orquestal (cuerdas y percusión) contrastaba los intervalos, la secuenciación de formas y la consecución armónica en un ejercicio que entrelazaba texturas musicales inusuales: una dimensión en el que se encontraba lo vivo y lo muerto, según la compositora, clasificada dentro del minimalismo sacro.
Más bucólico y melódico fue “La mort d’Ophélie”, una de las piezas de Trista, op. 18, de Berlioz. Centrándose en desarrollar las líneas descriptivas de la muerte del personaje, entrelazando ritmos melancólicos con la frescura de un coro que marcó toda la pieza bajo la forma de sinfonía coral. Destacó especialmente el tratamiento de un conjunto de voces que ensalzaron la muerte al culmen de lo romántico, con una conveniencia translúcida en las líneas melódicas, reiterándose en formas diversas, y donde Morlot remarcó lo retórico de la locura, la belleza y la muerte de la partitura.
Sugerente el Psalm 130 “Du fond de l’Abîsme” de Lili Boulanger en cuanto a estructura, forma y desarrollo; formulándose como réquiem en un inicio, con transformaciones de carácter personal, Morlot dirigió a una orquesta sumergida en tonos y texturas graves, centrándose en resaltar lo contrapuntístico y la relevancia del lenguaje de lo músico-coral. Una visión enfatizada en la plena consciencia del muero, con un trasfondo en el que la solemnidad emerge de la depresión con tintes al dies irae, y donde las voces intercambiaron graves y agudos, creando una tensión que acompañaría al resto de la pieza.
Morlot y la OBC demostraron entendimiento y rigor en un repertorio interesante sobre el tratado de la muerte en la música, destacando la sección contemporánea, que equilibró la significación mortuoria del ayer y del hoy en un viaje en el que estamos todos.